FUENTE:
EMPRESA Y NETWORKING

Rosa Galende

Cipri Quintas es un espíritu inquieto. Un emprendedor hecho a sí mismo y curtido en mil batallas en la noche madrileña y en el mundo de los negocios en general. Un hombre de acción y también de palabra, que sabe ‘dar sin esperar, recibir y recordar’. Vendedor nato, su fuerte siempre han sido las personas sin importar su edad, profesión, religión o nivel económico, social o cultural. A todos les dedica su tiempo. A todos intenta ‘sumar’. A todos trata con igual deferencia y afecto. Empresario con más de 30 años de actividad en el sector del ocio y en muchos otros, a lo largo de su vida ha puesto en contacto a miles de personas de todos los ámbitos: políticos, deportistas, empresarios, actores, electricistas o ingenieros nucleares. Lo hace, dice, porque le encanta estar rodeado de personas, ir sembrando por ahí y hacer que pasen cosas. 

Sus amigos dan fe de que las ‘Ciprindipias’ existen. Tantas y tan extraordinarias circunstancias ha vivido que Cipri se siente como una especie de Forrest Gump. Dedicado a poner foco sobre los demás, ahora brilla con luz propia con su “Libro del networking”, en el que comparte con nosotros sus 15 claves para tener éxito en las relaciones sociales y profesionales.


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Cipri Quintas, “Si quieres cambiar el mundo empieza a ser tu mismo un ejemplo” 

“Tienes que conocer a Cipri Quintas. Te va a encantar hablar con él”. Me lo dijo un día mi jefe y desde ese momento me propuse entrevistarle. La casualidad quiso que en junio coincidiéramos en un evento de la comunidad Knowmad, un grupo que pone el foco en el talento y los valores de las personas. Imposible acercarse a él, rodeado como estuvo durante todo el día de amigos que reclamaban su atención. No obstante, algunas de las personas con las que tuve ocasión de hablar reforzaron el mensaje: “Tienes que conocer a Cipri”. Hace unas semanas llegó a mi mesa “El libro del networking” y supe que no podía dilatar más esta entrevista. 

Quedo con Cipri Quintas en el Silk&Soya (Alcobendas), un complejo de 1.500 m2 con diversidad de espacios de restauración y ocio que es su base de operaciones y, como le gusta decir, el salón de su casa. Su mirada y su sonrisa le preceden, y llegan a mí mucho antes que él. Nos sentamos frente a frente y, sin barreras, deja que vaya buceando en su pasado y su presente mientras degustamos algunas de las especialidades tailandesas de su resaturante. 

Rosa Galende. Lleva usted 30 años de éxito en el mundo de los negocios. Y solo tiene 51. ¿Cómo empezó todo? 

Cipri Quintas. A mí siempre me han gustado las personas. En el instituto hablaba con todo el mundo y estaba metido en todas las movidas: organizaba el viaje de fin de curso, la asociación de alumnos… A los 18 años el director del instituto –José Luis González Quirós- me dijo: “Tú estás perdiendo el tiempo aquí. Deberías estar montando empresas, porque con tu forma de ser seguro que te va bien”. Dejé los estudios y juntos montamos una empresa de agendas. 

RG. Algo muy especial debió ver en usted ese director de instituto… 

CQ. Yo era muy extrovertido; me gustaba mucho hablar con las personas, pero también era serio y comprometido. Mi padre era guardia civil y me educó en valores. Me decía que hay que cumplir la palabra dada; que ser serio y formal es fundamental. Mi primer socio -José Luis- tenía la idea de hacer una agenda de bolsillo de mayor tamaño que las habituales en aquel momento, con más compartimentos para los billetes, las tarjetas de crédito, etc. En esa época yo no sabía nada de agendas ni de negocios. Recuerdo que mi madre me ayudó a hacer la primera muestra utilizando el tejido vaquero de un pantalón roto en lugar de cuero. Hicimos varios modelos, buscamos el mecanismo, el impresor… y yo, que tenía mucha cara, iba por ahí con mi maletín vendiendo agendas que no existían. Me fui buscando la vida de la nada.

RG. ¿Y funcionó?

CQ. Nos fue más o menos bien. Pero sobre todo me fue bien a mí, porque fue un aprendizaje espectacular. Recuer­do que la primera gran empresa a la que convencimos fue El Corte Inglés. A Isidoro Álvarez –entonces director general de Induyco- le caí muy bien, supongo que por mi juventud y atrevimiento, y nos compró las agendas para regalos de empresa. A raíz de ahí el proyecto fue creciendo y avanzan­do. Hasta que me tocó hacer la mili.

RG. La mili no parece el entorno ideal para un em­prendedor, pero conociendo su fama seguro que sacó el mayor partido posible de la experiencia…

CQ. No empecé con muy buen pie con los mandos, pero siempre he pensado que hagas lo que hagas tienes que dar el máximo. Fui a la mili a vencer. Y vencer es salir por la puerta grande. Estuve en la comisión geográfica de Granada- y acabe condecorado. Tras licenciarme me quedé una semana en el cuartel, ya de civil, para ver si los que se quedaban haciendo mi trabajo -estaba en el servicio geográfico- lo hacían bien o necesitaban mi ayuda. Y los mandos me dijeron: nos rendimos.

Y es que yo en todas las situaciones veo un reto. Si alguien me da la espalda veo un reto. Lógicamente, se puede convertir en un problema si el reto no tiene solu­ción, pero en principio yo siempre veo opciones. Es como jugar al ajedrez.

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«Que tu palabra valga. Si te comprometes a una cosa, hazla”

RG. ¿Cuándo y cómo llega al mundo de la noche?

CQ. Durante un tiempo fui disc-jockey. Después se me ocurrió, junto con un amigo, montar una discoteca en un antiguo cine. Como no teníamos dinero, dejamos la pantalla proyectando películas antiguas y quitamos las butacas. En su lugar pusimos coches viejos y quioscos de feria de diversas marcas (CocaCola, Schweppes, Heine­ken…). Lo llamábamos Desguace y pronto se convirtió en un bombazo increíble. De la noche a la mañana me vi gestionando un local con capacidad para 2.000 personas, y con un éxito que me desbordaba. Tenía 21 años y 60 personas trabajaban para mí.

RG. El ocio nocturno puede ser un negocio peligroso para un joven de 21 años.

CQ. Yo siempre he trabajado con valores. Posiblemente sea una de las personas que más premios ha recibido por mi lucha contra las drogas y el abuso de consumo de alcohol. Siempre he pensado que hay que hacerse amigo de los bue­nos, de la policía, de la guardia civil…. Y con esos valores me ha ido muy bien.

RG. Tras ese primer local llegan otros muchos.

CQ. Fuimos creciendo y, como siempre he sido muy in­quieto, empecé a abrir un negocio tras otro: Arrassa, Kaos, Bisinia, A Estribor, El Filón, Sabor Sabor, Ozonia, Café de Braganza… Así hasta 30 y tantos locales que he tenido en mi vida. He montado discotecas, restaurantes, centros de ocio… Por el camino mi antiguo socio de las agendas montó una productora de video y televisión e invertí en ella, luego monté una agencia de marketing digital -valordeley.es-… Todo ello con unos socios maravillosos. Sin ellos no soy nada.

RG. La suya parece una historia de éxito perfecta.

CQ. Pero entonces tuve varias crisis personales. No era feliz. La noche no me llenaba. Me sentía fuera de lugar. No estaba satisfecho. Entonces, aunque mantenía mis otros negocios, dejé las discotecas y evolucioné hacia el mundo de los restaurantes y una noche más light. Y me fue mal. ¡Me arruiné! Lo perdí casi todo.

«¿Por qué nos cuesta tanto dar las gracias, decir lo siento, pedir perdón siendo estás palabras tan poderosas?”

RG. ¿Qué fue lo que falló?

CQ. Me quedé sin nada porque aplicaba lo aprendido en el mundo de la noche a la hostelería, y gestionar un restaurante no tiene nada que ver con gestionar una dis­coteca. Son negocios diferentes. Triunfar en este mundo fue otro aprendizaje. Poco a poco fui remontando. Monté Silk&Soya –el restaurante en el que nos encontramos- en el espacio de una antigua discoteca. Yo creo que los loca­les no sólo son un negocio, sino lugares en los que hacer feliz a la gente y en los que yo también tengo que ser feliz. Quiero que todo lo que hago transmita valores y cosas buenas. Y Silk&Soya es un complejo de 1.500 m2 en el que continuamente pasan cosas.

RG. ¿Qué aprendió de esa experiencia, de arruinarse y tener que volver a empezar?

CQ. Que nunca tenemos que olvidar de dónde venimos. Muchas personas no avanzan porque una vez llegaron a tener algo y cuando bajan dicen: “es que yo me merez­co más”. Si tus valores son los “porque me lo merez­co” estás perdido. No te mereces nada. Eres lo que te ganas. Lo que no te mereces es una enfermedad o un accidente. Pero las enfermedades llegan y los acciden­tes suceden. Lo que sí te mereces es tener las mismas oportunidades que los demás. Tendemos a pensar que nos merecemos muchas cosas, y nos merecemos solamente lo que trabajamos, lo que nos esforzamos… En el trabajo muchas veces pensamos: “Es que yo me merezco un mejor puesto”. Pues sí, o no. En lugar de buscar culpables, ¿por qué no te concentras en pensar qué puedes hacer para solucionarlo?

RG. Acaba de publicar ‘El Libro del networking’. ¿Por qué este libro?

CQ. Desde Alienta me dijeron: “Tú que tienes una gran agenda, ¿por qué no nos cuentas tus trucos?”. Me pare­ció un proyecto interesante. Hemos estado 3 años apren­diendo cuáles son mis ‘trucos’, porque yo no los sabía. Me he pasado la vida poniendo foco en los demás y ahora el foco está sobre mí, a ver qué pasa. La verdad es que yo soy una especie de Forrest Gump: siempre cuento un montón de historias, pero son verdad, son auténticas.

RG. A la presentación de su libro acudieron cerca de mil personas., probablemente una de las presentacio­nes más concurridas de nuestro país…

CQ. Allí estaban muchos de mis amigos. El 100% de lo recaudado fue para las asociaciones a las que apoyo y a las que van destinadas también las ventas del libro: Men­sajeros de la Paz, Fundación Sandra Ibarra y Fundación Irene Villa

RG. En su libro da las claves para relacionarnos con éxito. Dice, entre otras cosas: “Dar sin esperar, re­cibir y recodar”, mensajes no por conocidos menos revolucionarios.

CQ. El mundo de la empresa va muy deprisa. Es muy importante no olvidar, ser agradecidos. Si aplicamos esas dos cosas, dar y recordar, nos va a ir muy bien en la vida. No vamos a fallar. Dar es ser generosos, no necesaria­mente con la persona de la que hemos recibido, si no te pasas todo el día en el ‘debe’ y el ‘haber’. Y mi ‘debe’ y ‘haber’ es: ¿A ver qué puedo hacer por ti?, ¿a ver en qué te puedo ayudar? Actuar así a mí no me supone ningún esfuerzo; es mi forma de ser. Todo lo que explico en el libro está basado en mi experiencia. Y no hay que ir a Oxford, donde dicen los entendidos que nace el inglés, para aprenderlo.

RG. Autenticidad, sinceridad, honestidad, lealtad, hu­mildad… Los valores son muy importantes para usted.

CQ. Soy un entusiasta de los principios. En el fondo los principios son los que hacen que las películas nos gusten. Si vamos al cine y hay nobleza, valores y gana el bueno, la película nos gusta. Si gana el malo y muere hasta el cámara, la película no nos gusta. Las personas somos buenas, pero no lo recordamos. Se nos ha olvi­dado. Y se puede ser empresario y a la vez ser ejemplo, camino y señal siendo buenas personas. Es más, se debe. Esa es la única manera de triunfar.

RG. ¿Qué significa para usted triunfar?

CQ. Triunfar es que salgan litros y litros de agua de llanto en tu entierro porque has dejado huella y las lágrimas derramadas por ti han regado las plantas. Hemos con­fundido a los triunfadores. No triunfa el que más tiene o el que menos debe, sino el que es más querido. Y con ese discurso se monta no una, sino 50 empresas.

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«Si eres el que ve la mancha en la camisa vas a tener una vida de mierda, salvo que tengas una tintorería y sea tu negocio”

RG. Su discurso no es muy frecuente en el mundo de la empresa ni en la sociedad en general…

CQ. Por eso he dado un paso al frente con este libro. Si quieres cambiar el mundo empieza a ser tú mismo un ejem­plo. Yo quiero ser un foco que alumbre no que deslumbre.

Tenemos que ser como nacemos, no como nos constru­yen. Nacemos compartiendo, abrazando, siendo gene­rosos. Nacemos con las herramientas que nos van a ser más útiles en la vida. Pregúntale a tus lectores: “¿Con quién harías negocios: con un lobo o con un pastor ale­mán?”. Con la buena gente. “Es que el lobo es más feroz y…”; pero cuando estés dormido te va a morder. ¿Dónde quiere estar el dinero? Donde hay confianza. Y la confian­za la tenemos en las buenas personas. ¿Qué alguien me podría acusar de buenista? Quizá. A todo aquel que me llama buenista le digo: “A mucha honra. Y tú que eres, ¿malista?”. Y me contestan. “Yo soy normal”. Pues lo normal es encontrarte gente buena. Lo que pasa es que ‘los malos’ llaman mucho la atención.

RG. ¿Cuáles son sus claves para relacionarse mejor?

CQ. Tengo entrenado que los demás sepan lo que soy por mis actos, no por lo que cuento. Cuando los demás hablan yo aprovecho para recoger información, crecer y descansar. Por eso me encantará escuchar. En un grupo, si no surge de manera natural, tiendo a sacar conversa­ciones para que los que participan intercambien cono­cimientos que sé que tienen y pueden enriquecer a los de­más. Si se convierte en hábito relacionarte, comunicarte, hacer el bien, amar a la gente, hacer que pasen cosas, ser honesto, quitarte a los capullos de en medio, no aplaudir a los tontos por la calle… tendrás buenos compañeros de viaje y harás grandes negocios.

RG. Entre sus amigos figuran personajes del mundo de la empresa, la cultura, el espectáculo, la ciencia… Personas como Antonio Garrigues Walker, Pablo Juantegui, Ana María Llopis, Víctor Alfaro, Irene Villa, Mago More, José Mota, Víctor Jérez … ¿Qué le aporta esa diversidad?

CQ. Me ayuda a ser disruptivo a la hora de pensar. Cada uno de ellos me ofrece una oportunidad para aprender. Y todos tienen algo en común: son buenas personas. Cuando conozco a alguien cojo su tarjeta, meto la infor­mación en mi teléfono e incluyo etiquetas que –utilizando el buscador- me permiten unir puntos, siempre pensando, ¿cómo puedo sumar?

RG. David Bisbal, Jorge Lorenzo, Santiago Segura, Sergio Ramos, Fernando Torres… ¿Qué le aporta tener amigos populares?

CQ. Es una manera de ‘enchufarme’ a su película sin te­ner que correr el balón. Yo no vivo la decepción de un ‘no gol’, pero si disfruto de su sabiduría, y me la quedo. Es como leer los libros con lo más interesante ya subrayado o en negrita.

RG. ¿Cómo ha cambiado la tecnología, internet, la vida de un gran relaciones públicas como usted?

CQ. Me di cuenta de que la comunicación 1.0, la de toda la vida, iba a ser transformada por una cosa que se llamaba Facebook cuando mi amiga María José Hidalgo- la directora de Air Europa, hija de Pepe –Juan José Hidalgo, presidente de Globalia- me llamó desde Estados Unidos y me dijo: “Cipri tienes que apuntarte a Facebook, porque esto va a revolucionar las relaciones personales”. Yo me resistía, así que me dijo: “¿Cómo qué no? Pues solo vamos a hablar por Facebook”. Me di de alta por ella. Y cuando lo probé pensé: ¡Cómo va cam­biar el mundo esto! Y de la noche a la mañana monté una empresa de comunicación 2.0. Se llama valordeley.es y se ha convertido en una empresa potente en el mundo del marketing digital. He conseguido unir los dos mundos, el mundo 1.0 y el 2.0, porque para mí las herra­mientas digitales son muy útiles para comunicarnos, no para aislarnos.

RG. ¿Hacemos un buen uso de las herramientas digitales a nuestra disposición para mejorar nuestra relación con los demás?

CQ. La tecnología está para hacernos la vida más fácil. Yo tiendo a enviar mensajes de voz por whatsapp, porque aportan naturalidad a la relación. Pero no nos perdamos una llamada, porque la voz nos transmite el estado de ánimo de la otra persona. Yo soy feliz hablando con la gente por teléfono. Cuando llamo muchas veces me di­cen: “¿Qué querías?”. Nada. Solo llamaba para saludarte. ¿Acaso no vale la pena hablar contigo?

RG. ¿Qué recomendaría a los empresarios para ges­tionar mejor sus relaciones personales?

CQ. A los empresarios les diría que se rodeen de los mejores. Y a los mejores hay que pagarles bien y robarles el corazón. Tenemos que hacer que se sientan partíci­pes, que formen parte de la empresa. Más vale el pastel para todos que la mierda para uno solo. Al final si tú no puedes llegar a todo tienes que localizar a los mejores y hacerlos tuyos. Hay que hacer que les importe no solo económicamente, sino personalmente. ¿Te traicionarán? Muchos. ¿No te traicionarán? La mayoría. Que el miedo a ‘muchos’ no te impida ganarte a la mayoría.

RG. Usted que conoce a tanta gente, ¿de quién ha aprendido más?

CQ. De una de las personas que más he aprendido es de mi amigo Harish Fabiani. Él me descubrió la paz y sereni­dad de la meditación y me enseñó que con frecuencia nos preocupamos inútilmente. Un día estaba con él la India y una de sus empresas tenía problemas graves. Era tarde y dijo: “Me voy a la cama”. Yo, que estaba muy preocupado por la situación, le contesté: “¿Cómo te vas a ir a dormir con lo que está pasando?”. Y él muy tranquilo me res­pondió: “Nada realmente importante está en peligro. Me acuesto que tengo que estar fresco por la mañana”. En otra ocasión, que estaba pensando comprase una valiosa obra de arte, le dije: “Por qué no construyes un hospital en lugar de gastarte todo ese dinero en un objeto?”. Y lo construyó. Estas son las personas que cambian el mundo.

También siento gran admiración por las enfermeras de pa­liativos, que acompañan a los enfermos hacia la muerte con una sonrisa y se convierten en los grandes héroes de nues­tra vida. Y por el policía o el soldado que se pone delante de la bala defendiendo a otros. Y mis amigos padre Ángel, Sandra e Irene son siempre grandes lecciones de vida*.

RG. Gracias, Cipri, por esta maravillosa conversación

CQ. Gracias es una palabra mágica. Dar las gracias es de las mejores cosas se pueden hacer en la vida. Es el broche final.

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