Lorena Antón, TDN
Nº 39 – OCTUBRE 2022

¿Qué puede aprender el marketing del mentalismo? “Tiene que aprenderlo todo”, según el ilusionista Jorge Luengo. Está convencido de que “la clave es empatizar, emocionar y enamorar. Si conseguimos estas tres e, nuestro producto va a llegar a donde nos interesa”. Conocemos estrategias básicas para conectar con el público y superar sus expectativas.

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Jorge Luengo
Ilusionista y conferenciante

No existe un “de pronto”, asegura Jorge Luengo (Cáceres, 1984). Tras finalizar tres ingenierías, aprobar unas oposiciones y obtener plaza como profesor de matemáticas, decidió dedicarse a la magia. Pero no fue de pronto. El ilusionismo lo llevaba de serie. “Es mi pasión, como quien ama la música o el fútbol”, asegura. “Tengo unos padres muy formales: mi madre es profesora y, mi padre, médico. Estudia, me decían, y yo les hacía caso porque me encanta aprender”. Antes de cumplir los 30 ya era funcionario Grupo A y había estudiado también Psicología y Neuropsicología.
Fue acumulando premios de magia -entre ellos, el Premio de Invención en el Mundial de Magia de Pekín (2009) y el Premio Mundial al Talento (2010)- hasta que decidió dedicarse a tiempo completo al ilusionismo y a su faceta como conferenciante y presentador. Actualmente dirige el programa de televisión Desafío mental de DMAX y se le conoce como “el mentalista de las estrellas”.
Conversar con él es redescubrir las maravillas de este mundo y saborear la emoción de lo posible y de lo probable. ¿Cómo puede ser que tras 50 minutos de conversación por videoconferencia «adivinara» que esta entrevistadora es madre de dos niños de 3 y 4 años? Empieza la magia.

Lorena Antón. ¿Mago, ilusionista o mentalista?

Jorge Luengo. Me siento cómodo con los tres términos, aunque el mago es Harry Potter -hechizos, varitas, conjuros- y los ilusionistas somos todos los demás. Lo que pasa es que la palabra mago evoca algo muy poderoso en la mente de las personas.
Y el mentalismo es la disciplina de la magia de quienes nos dedicamos a aparentar que adivinamos lo que piensa la gente, pero en realidad lo que hacemos es sugestionarles para que piensen lo que nosotros queremos, que ellos libremente elijan lo que nos interesa. Y luego lo adivinamos, claro, porque se lo hemos hecho elegir. Ese es mi trabajo.

LA. ¿Qué lleva a un joven que ha invertido años y esfuerzo en estudiar tres ingenierías a, de pronto, querer dedicarse a la magia?

JL. No es una decisión tomada de la noche a la mañana. Yo he estudiado y me he pagado la carrera haciendo magia, y me sigo dedicando a lo que he estudiado haciendo magia. Es verdad que era un empollón, obtuve 26 matrículas porque me apasiona estudiar. Por eso el mundo de empresa me gusta tanto: aprendo de los mejores y sigo trabajando con los mejores por todo el planeta.
Decido dedicarme a la magia después de meditarlo mucho. Recibo el primer premio en el Mundial de Magia en la categoría de Invención y la agenda me cambia, me empiezan a llamar de todo el planeta… Y me doy cuenta de que he aprendido mucho de este mundo más formal, y de que me gustaría coger una maleta y dedicarme al otro, que en mi caso no son solo los teatros, sino el de transmitir emociones y utilizarlas para llegar a las personas.

LA. ¿Tan poderosa es la emoción?

JL. Sin emoción no hay recuerdo. Y mi trabajo consiste en emocionar a la gente para crear un recuerdo. Si quiero que se lo pasen muy bien en un teatro, está chupado: utilizo dos de las emociones básicas, la alegría y la sorpresa, y ya lo tengo. Pero durante mis conferencias también puedo utilizar otras, hasta siete que hay, como el miedo, la ira, el asco, el desprecio… para conseguir enganchar a la gente y que digan “¡quiero más!”. Y entonces les grabo el mensaje que me interesa.

Lo único que hay que saber hacer es escuchar, pero no con el oído, sino con la vista, mirar con atención.

LA. Hay una definición de magia que dice que es todo lo que sucede con independencia de la voluntad. Lo inesperado, lo que no puede ser programado ni controlado. ¿Cómo se crea la magia?

JL. La magia se crea en la cabeza del espectador. Esto es muy importante: no se produce delante de uno, se produce dentro. Por eso a mí el mentalismo me gusta tanto, porque la magia ocurre todavía, aparentemente, más adentro. Me explico: si un mago está en su casa y practica, no hay magia, hay práctica. Por mucho que yo coja una carta, haga un movimiento y la carta cambie, eso no es magia si tú no lo estás viendo. Sin embargo, si tú la ves, cuando yo haga ese movimiento y la carta cambie de una a otra, dirás “¡venga ya!”. Ahí hay magia porque tu cerebro lo interpreta como algo increíble, que no puede ser. Como ya dijo Arthur C. Clarke, escritor británico de ciencia ficción, cualquier tecnología suficientemente avanzada puede considerarse magia.
Hay muchas definiciones de magia, pero lo que quiere ser es algo inesperado o un efecto que supera los límites de lo convencional, y tiene que haber alguien que lo disfrute.

LA. Las compañías invierten partidas presupuestarias enormes en conseguir conectar con el consumidor, generar una venta y fidelizarlo. ¿Qué puede aprender el marketing del mentalismo?

JL. Todo aquel que se dedique al marketing tendría que ser mentalista porque, como decía, el mentalista no es aquel que adivina lo que tú piensas, es aquél que hace que pienses en una carta libremente, que por ejemplo elijas «libremente» el as de oros y, cuando yo lo adivine, a ti te sorprenda. Nunca la elegiste, siempre te hice yo elegir lo que me interesaba según cómo ordenaba las palabras, según la intensidad de cada palabra, según mis gestos en un momento preciso.
No es que el marketing tenga que aprender mucho del mentalismo, es que tiene que aprenderlo todo. Los magos llevan muchos siglos estudiando cómo impactar a la gente, cómo hacer que piensen lo que ellos quieren.
Yo enseño a las empresas cómo funciona el cerebro, cómo podemos negociar, cómo podemos grabar un recuerdo o borrar uno malo. Y hacerlo, además, pasándolo bien. Sabemos que la mejor manera de aprender para un niño es jugando, pero cuando pensamos en un adulto no lo vemos tan claro. No hay juegos preparados para adultos donde además se aprendan cosas. Ese es mi trabajo: tengo el privilegio de crear cosas muy a medida para el mundo de la empresa y hacerlo para que al final se vayan diciendo “wow, me voy a comer el mundo”…

“Todo aquel que se dedique al marketing tendría que ser mentalista, que no es quien adivina lo que piensas, sino el que hace que pienses en algo”.

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