El regreso de la geopolítica. De la globalización a la fragmentación
El mundo que creíamos globalizado y sin fronteras se está desmoronando. La geopolítica ha regresado al centro del tablero, con potencias desafiando el orden internacional y reconfigurando alianzas. ¿Seguimos buscando integración global, tal como se soñó en la era de la globalización, o nos adentramos en un nuevo escenario de poder y conflicto, donde las fronteras, los intereses nacionales y la política de esferas de influencia toman el control? La respuesta, tal como afirma Pol Morillas, director de CIDOB, definirá el futuro de las relaciones internacionales.
La geopolítica lo es todo. Ha vuelto al centro del debate. Medios de comunicación, instituciones, empresas y sociedad civil la han reinstalado en sus preocupaciones diarias. Para los europeos esto marca un cambio respecto a las últimas décadas. Nos habíamos creído la idea de Thomas Friedman, ganador tres veces del Premio Pulitzer, sobre un mundo plano, donde las tecnologías de la información, internet y el comercio global borrarían las fronteras. La globalización parecía imparable. Pero hoy vemos lo contrario.
El comercio internacional ya no opera de manera independiente, sino como una herramienta de poder.
La revalorización de la geopolítica
La geografía vuelve a definir el poder. La geopolítica no es más que la combinación de ambos factores: poder y territorio. Ahora observamos con renovado interés las fronteras y los recursos materiales de cada potencia, grande o mediana. En otras palabras, la geopolítica se revaloriza.
Este resurgimiento responde tanto a factores estructurales de largo plazo como a circunstancias coyunturales. Y nos sitúa ante preguntas clave: ¿cómo se reconfigura el orden internacional? ¿Seguirá el mundo apostando por las reglas que han dado estabilidad a Europa —instituciones multilaterales, posguerra, Bretton Woods, Naciones Unidas— o nos dirigimos hacia una nueva era de incertidumbre? ¿Podremos rescatar el mundo de sus crisis o nos encaminamos hacia un orden más propio del siglo XIX, donde imperan las esferas de influencia y el dominio territorial de las grandes potencias?
Trump lo expresa sin rodeos: Groenlandia para mí, el canal de Panamá para mí, México también y, si es posible, Canadá como el 51º estado. China piensa de manera similar, y Rusia invadió Ucrania bajo esa misma lógica.
No resolveremos esta cuestión en un año, pero lo que sí veremos es el auge de una geopolítica de suma cero: lo que gana una potencia, otra lo pierde. El interés nacional prima sobre todo lo demás. Poco importan el cambio climático o los desafíos transnacionales: el multilateralismo se tambalea y la política internacional se reduce a transacciones. Donald Trump encarna perfectamente esta visión.
La geoeconomía y la geopolítica están ahora más entrelazadas que nunca.
Consolidación de la ‘egopolítica’
La paradoja es evidente: mientras el mundo se renacionaliza, las crisis a las que nos enfrentamos son globales. Esta es la gran contradicción de nuestro tiempo. En 2025, en medio de este desconcierto, se consolidará lo que en CIDOB llamamos “egopolítica”: hiperlíderes que imponen su agenda en la escena internacional. Trump y Musk son los grandes exponentes de esta tendencia.
En este escenario hablaremos de treguas, pero no de paz. En Oriente Medio, en Ucrania y en otros conflictos veremos ceses al fuego, pero sin soluciones reales. Veremos una congelación de las hostilidades, que no es lo mismo que una paz positiva.
4 CLAVES GEOPOLÍTICAS
Desglobalización. Reducción de la interdependencia.
Egopolítica. Liderazgo fuerte y nacionalismo.
Geoeconomía. Comercio como herramienta de poder.
Slowbalization. Globalización más lenta y restrictiva.