A las faldas del volcán Timanfaya en Lanzarote, El Grifo lleva 250 años haciendo vino. Es la bodega más antigua de Canarias y una de las 10 más longevas de España. En manos de la cuarta generación de la última familia propietaria, hoy la bodega factura 5 millones de euros, da empleo directo a 44 personas y trabaja con 200 productores independientes. Hablamos con Juan José Otamendi, dueño de la bodega junto a su hermano Fermín, del pasado, pero sobre todo del legado y los planes de futuro, que tienen como denominador común la innovación y la sostenibilidad.
Viajamos a Lanzarote. La isla de los volcanes. Reserva de la Biosfera de la Unesco desde 1993. Tiene algo más de 165.000 habitantes, 4.000 más que el año anterior, con un dato relevante: el 77% de ese crecimiento corresponde a extranjeros. Casi el 80% de la actividad económica proviene del turismo y los servicios. El sector agroalimentario se centra en la producción de vino y cultivos como la batata y la cebolla, así como pequeñas explotaciones ganaderas dedicadas a la producción de leche y queso. En AECOC hay en torno a 60 empresas de gran consumo asociadas, de las cuales más de dos tercios son pymes que facturan máximo 3 millones de euros anuales que, con su trabajo, contribuyen a crear riqueza en la isla.
Brotes verdes en un monte de lava
Hasta las erupciones volcánicas, producidas entre 1730 y 1736, en Lanzarote no había viñedos. Las condiciones climatológicas no lo permitían –llueve poco (de media 150 litros al año) y los recursos de agua subterránea son muy limitados–, y tampoco nadie lo consumía. Pero gracias al picón –la arenilla volcánica negra– y a los llamados “chabocos”, que son agujeros en la lava que permitían cultivar, la viticultura y la agricultura existen y con unas cualidades muy peculiares.
Y así, a las faldas del volcán, nace en 1775 El Grifo. La bodega ha pertenecido a tres familias de 11 generaciones. Primero a los Ribera, después a los De Castro y, desde 1880, a la familia actual, descendiente de Manuel García Durán. Hoy están al frente los hermanos Fermín y Juan José Otamendi, cuarta generación, que cogieron el testigo de dos mujeres emprendedoras que llevaron con anterioridad la empresa, su abuela Manuela García Parrilla y su madre Antonia Rodríguez-Bethencourt, quien en los años sesenta decidió profesionalizar la compañía con enólogos y directivos formados.
Si hay una clave que ha permitido a la bodega cumplir 250 años es para Juan José Otamendi la resiliencia: primero porque se tuvo que buscar la manera de plantar debajo de la arena volcánica, que podía alcanzar los 2 metros de profundidad, y luego cultivar hoyo a hoyo. Y más recientemente, porque desde los años sesenta el auge del turismo ha propiciado el abandono agrícola y el cierre de casi todas las bodegas.
El Grifo. Más de dos siglos haciendo vino
La empresa familiar cuenta con 50 hectáreas de viñedos propios, a los que se ha denominado “el viñedo imposible” debido a su ubicación en las latitudes bajas, el clima casi desértico y los vientos alisios constantes, lo que hace inviable la mecanización y todas las labores son manuales. En la actualidad factura 5 millones de euros, produce 300.000 botellas al año y da empleo a 44 personas. La mitad de la producción se vende en Lanzarote y el resto entre la Península y las otras islas, exclusivamente en el canal horeca (80%) y directamente en la bodega (20%). Aunque es una bodega relativamente pequeña comparada con las de la Península, es la segunda de la isla en producción y tiene un gran impacto en su entorno, según explica Otamendi, porque trabaja directamente y en exclusiva con 200 pequeños agricultores a los que compra la uva a un precio acordado y por encima de la media y con los que mantiene una relación casi “familiar” que se remonta a varias generaciones. La relación con ellos es de “colaboración y confianza absoluta”, trabajan conjuntamente para implantar nuevas técnicas de cultivo, tecnología avanzada o nuevos productos y variedades de manera que ambos puedan “mejorar, crecer y mantener el legado. “Ponemos a su disposición todos los medios que tiene la bodega porque es una relación win-win”, dice Otamendi.
Si hay una peculiaridad que diferencia a El Grifo y al resto de bodegas canarias es que trabajan con uvas prefiloxéricas, porque la filoxera no llegó a Canarias, y el 80% de las variedades son las mismas que llevaron los conquistadores a las islas en el siglo XV y provenientes de Andalucía: malvasía volcánica, listán negro, listán blanco, vijariego… y salvo la variedad listán blanco (o llamada palomino) las otras ya no se cultivan fuera de las islas, “con lo cual somos el reservorio de variedades antiguas provenientes de Andalucía”, dice con orgullo.
Comprometidos con el entorno.
a varias generaciones.
El Grifo trabaja en exclusiva con 200 pequeños agricultores con los que mantiene una relación casi “familiar” que se remonta2024 versus 2025: optimismo y preocupación
Juan José Otamendi está satisfecho con el cierre de año porque la cosecha de 2023 fue buena. No obstante, le preocupa 2025 y, sobre todo, el futuro a medio–largo plazo: “La cosecha en Lanzarote ha sido bajísima, la segunda peor que yo conozco, y tengo 80 años. Pero eso forma parte de la irregularidad de campañas en la isla, muy dependiente de las pocas lluvias que caen”, explica.
La mayor preocupación es cómo impactará el cambio climático en la viticultura de Lanzarote, porque “ya se está notando”. Afirma que el año que viene será inevitable un retroceso en la producción, pero confía en volver a superar esta dificultad porque dice que la bodega está “bien financiada”, otro de los secretos que, en su opinión, hace a una empresa pervivir en el tiempo. “Para superar esas contingencias no hay más remedio que tener un capital que sea como el volumen de ventas para tener un colchón que amortigüe los momentos complicados”, afirma.
Por otro lado, también le preocupa el momento que vive el sector español del vino. En su opinión, a pesar de lo reconocido y valorado que está, tiene 2 grandes problemas:
- Un exceso de producción y una uva mal pagada, lo que impacta directamente en el precio de venta. Explica que el precio medio de un kilo de uva en la Península cuesta 0,70 euros y en Lanzarote 3,5-4 euros. “Hay vinos en el mercado que cuestan bastante me¬nos de lo que nosotros pagamos por un kilo de uva”.
- El uso excesivo del agua. La vid es un cultivo de secano y advierte que a día de hoy el 40% del viñedo español, que produce el 60% de la uva, es de regadío. “Gastamos mu¬cha agua para producir kilos y kilos de una uva que luego en buena par¬te vendemos fuera a granel y a bajo precio”, recalca.