Entrevista
Paula Babiano abandonó una prometedora carrera de derecho para fundar Balbisiana, una empresa de repostería artesanal. Su familia no se lo puso fácil, convencida de que estaba cometiendo un error. Con tesón, ella sola, plantando cara a las dificultades, en solo 6 años ha sido capaz de construir una empresa que hoy cuenta con 5 tiendas propias y da empleo a 120 profesionales, y comercializa también sus productos en el canal horeca y online. Y el negocio está cogiendo velocidad: el año pasado facturó 4 millones de euros y este año espera alcanzar los 7.
Paula Babiano nació en una familia de abogados. De pequeña jugaba con su padre a actuar como el abogado de la defensa o de la acusación en un supuesto juicio. Con estos antecedentes, su destino profesional parecía escrito: un día sería abogado. Ella hubiera preferido estudiar Empresariales pero, tan obediente como estudiosa, no quiso defraudar las expectativas familiares.
Tras concluir la carrera, de nuevo guiada por su familia, se pasó 5 años opositando al cuerpo de registradores de la propiedad. Y este es un dato importante en su biografía, porque en esos días intensos, en los que estudiaba de 8 de la mañana a 11 de la noche, empezó a hacer pasteles para entretenerse y quizás también para evocar un poco la ligereza y tranquilidad de sus días de infancia, en los que hacía tartas y galletas con su abuelo en el campo de Tarifa, donde se crió.
Al final, lo de las oposiciones no cuajó, aunque por el camino se había convertido en una experta pastelera. Pero no adelantemos acontecimientos, porque esta historia se escribe paso a paso y son los detalles los que explican el carácter y la evolución profesional de nuestra entrevistada.
Volvamos a atrás, cuando nuestra protagonista, cansada de estudiar, decide buscar trabajo en plena crisis financiera. A su alrededor todos le decían lo difícil que iba a ser. Desoyendo los malos augurios, Paula envío su currículo a tres grandes despachos de abogados y, contra el pronóstico de los escépticos, la llamaron de los tres. Se incorporó finalmente al bufete Cuatrecasas y durante 4 años y medio trabajó en el departamento de Corporate, haciendo real estate –compraventa de hoteles, centros comerciales y sociedades con inmuebles–. Y su tiempo libre seguía haciendo tartas, galletas, rosquillas y bizcochos para sus compañeros de trabajo.
Mucha gente sueña con convertir su hobbie en su profesión. ¿Cómo lo hizo usted?
Un día fui a una comida que organizaba una amiga que me dijo: “Paula, ¿por qué no nos haces tú las tartas?”. Les hice el banoffee (pastel de plátano). En ese encuentro estaba Fernando Nicolás, de Larrumba, que tras probarla me pidió que hiciese esa tarta para sus restaurantes. Le dije que sí, y durante un tiempo combiné el trabajo en el bufete y el de hacer tartas. Pero ambos mundos eran muy exigentes e incompatibles. Había días que casi no dormía. En el trabajo me ofrecieron una posición aún más demandante. Tenía que tomar una decisión. No tuve dudas: hacer tartas me hace feliz. El entonces jefe de la oficina de Cuatrecasas en Madrid no quería que me fuera. Me llamó a su despacho y le conté lo de las tartas. Me dijo:
–“Abogados hay muchos; empresarios muy pocos. ¡Mucha suerte!”.
Eso sucedía en marzo de 2017. ¿Cómo se tomó su familia que abandonara el derecho, al que había dedicado tantos años y energía?
Mi entorno no lo entendía. En ese momento ya era asociada de Cuatrecasas y me ganaba muy bien la vida; con los pasteles no sacaba ni para pagar el alquiler del piso. Mis padres estaban convencidos de que estaba cometiendo un gran error y no me lo pusieron fácil. Me dijeron:–“Tú has decidido dejar el derecho por las tartas en contra de nuestra opinión y tendrás que salir adelante tú sola”.
Paula Babiano: “cuando era abogada me ocupaba de los problemas de la gente y ahora creo momentos de felicidad”.
En esos días difíciles, ¿nunca pensó en abandonar?
Yo, cuando de verdad quiero algo, no me rindo. Soy maratoniana desde pequeña. Mi sueño era crear una empresa de repostería artesana, capaz de fabricar cantidades importantes, algo que no existía. Estaba convencida de que había un hueco en el mercado para mi proyecto, porque había fabricantes industriales o pequeños obradores, y nada intermedio. Lo vi tan claro que no dudé. Afortunadamente, al cabo de un año o año y medio empezaron a llegar más clientes.